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«Ha dejado un hueco que no solo nada puede llenar, ni siquiera nadie muestra tendencias que pueda llenar, Johnson ha muerto. Sigamos; no hay nadie; no puede decirse de nadie que nos recuerde a Johnson». Las palabras no son de Boswell, el desconsuelo procede de otro de sus amigos, quizá porque lo conocía mejor que aquél y vislumbró su irreductibilidad, su ser insustituible, más allá de la imagen pública que lo hizo famoso. La indagación sobre quién es Samuel Johnson, como de casi todas las vidas ilustres o no, se nos escapa, no basta la recopilación de anécdotas, dichos, comentarios o incluso improperios recogidos por Boswell en su famosa biografía, con solo eso no podemos saber quien es la persona Samuel Johnson. En una de sus ingeniosas respuestas él mismo nos da la clave «Usted no ha recorrido mi alma, se lo aseguro». Una sola palabra no explica toda una vida; la paradoja es similar a la que nos revela «Ciudadano Kane» cuando el conjunto de las trayectorias mostradas de su protagonista a lo largo de la película desde la triste infancia al despliegue vital del joven periodista, rico e idealista; desde el ambicioso magnate de la comunicación al esposo insensible o al político fracasado, traicionado por su vanidad, nos dicen más de John Foster Kane que la palabra impresa derritiéndose sobre el trineo de madera «Rosebud», que no es más (ni menos) que la nostalgia de un recuerdo infantil, en la más inconmensurable soledad. Una sola palabra es insuficiente, el primer y único maestro de la vida es el vivir mismo, aunque en la infancia ya encuentre cincelado nuestro espíritu pendiente de ser desvelado.
Samuel Johnson fue un hombre genial más que un brillante escritor inglés, filólogo y académico del siglo XVIII. Un tipo de intelectual representante de las esencias de la vieja y tradicional Inglaterra poco antes de deslizarse entre las sinuosas laderas de la industrialización y el Imperio. Algunos piensan que la «Vida de Samuel Johnson» escrita por Boswell eleva a personaje literario lo que no era más que un mediocre escritor. Su origen era de familia modesta, estudiante de Oxford fue de una precocidad extraordinaria pero extrañamente abandonó los estudios antes de terminar quizá huyendo del excesivo aire elitista y aristocrático de un ambiente universitario lleno de afectación. Consciente de su brillantez no necesitó el aval académico. Fue poeta, ensayista y ante todo filólogo, con un profundo conocimiento de la lengua inglesa, intelectual libre ejerció su actividad investigadora no sin penurias económicas hasta que recibió una pensión de la Corona, frecuentó las más diversas tertulias desde los más selectos salones de las damas inglesas hasta la taberna londinense más escondida; se mezclaba con el pueblo al que amaba tanto como la buena comida de las posadas. Fue monárquico, jacobita, tory y crítico furibundo de la independencia americana, no entendía qué libertades se reclamaban en una sociedad que avalaba la esclavitud. En el fondo pensaba que los asuntos públicos no atormentaban a nadie y que la tendencia de la generalidad del cuerpo social es mantenerse ajeno a lo que no le interesa. Cultivó la amistad en su sentido más profundo tanto con hombres como mujeres. Se casó con afecto sincero con Elisabeth Potter, Tetty, y como tal honró a su mujer y sintió su muerte. Coqueteó con la bebida pero llegó aborrecerla hasta convertirse en paladín de la urbanidad y las más hondas tradiciones. Cristiano ferviente de la Iglesia de Inglaterra contemplaba el Evangelio como el libro más difícil del mundo inmune a un racionalismo simplificador; no entendía cómo se podía abandonar la religión en qué la Providencia nos ha situado y en la que habíamos sido educados para sustituirla sin más por el escepticismo, tenía la convicción que la mayor parte de nuestro conocimiento no era más que una fe implícita (Ortega definió así las creencias siglo y medio más tarde).
Samuel Johnson es recordado por su sagacidad y elocuencia como orador, su capacidad de conversar y discutir esgrimiendo los más variopintos argumentos llenos de erudición e ingenio. Hombre refinado y culto sus modales podían rozar maneras rudas, hoscas e iracundas, muestra de su fuerte carácter, pero en la conversación surgía la verdadera vocación de su personalidad. Mostrar esta vertiente es sin duda el mayor logro de la intuición literaria de Boswell; el deleite de la amistad cuando personas en principio diferentes y a través de la conversación y la tertulia coinciden en una comunidad de ideas e intereses sin más punto común que el deseo de compartir sus pensamientos y reflexiones sobre los más diversos asuntos dentro de la urbanidad y el respeto a la persona, cualesquiera sean sus opiniones o ideas.
Durante años un alto, desgarbado, severo e ingenioso Samuel Johnson se reunió casi diariamente con el pequeño provocador, veleidoso y a veces irreverente Boswell para simplemente conversar y charlar, y en un circulo donde también surgieron el cómico Garryk, el pintor Reynolds, doctores, nobles, obispos, abogados y hasta el mismísimo David Hume; nos surge la duda si Francia no hubiera evitado su Revolución con más tertulias y reuniones en una taberna entre cervezas y buen humor…
Samuel Johnson murió pero Gargantúa sigue sin duda vivo…
Ldo. F. J. Alex Guzmán.