C. S. Lewis, esa extraña fuerza… (I)
29 mayo, 2022C. S. LEWIS, this strange force…
29 mayo, 2022
No es nada nuevo que Gibraltar surja como escenario de intrigas y conspiraciones. Lejanos ya los años de la Segunda Guerra Mundial pocos son los secretos que quedan por desvelar de una época donde el peñón y la bahía de Algeciras eran núcleo y refugio de espías y confidentes tanto aliados como del eje. Sin embargo un episodio un tanto misterioso se resiste incluso a los historiadores más conspicuos, poco dados a dar crédito a lo que no está plenamente justificado en las fuentes. Verdad o ficción el episodio es digno de una película. En diciembre del año 1942 la situación para la Alemania nazi no era nada alentadora, en el Este a lo largo de la orilla del río Volga el 6º ejército de Paulus se desangraba en Stalingrado (morirían 147.000 soldados alemanes, otros 85.000 lo harían en los campos de prisioneros tras la batalla, y la escalofriante cifra de medio millón de soviéticos; recordemos que en toda la guerra civil española en tres años no murieron más de 120.000 soldados combatientes entre los dos bandos); por su parte en noviembre, en el norte de África, ya se había desencadenado la operación Antorcha con el desembarco de las tropas anglo-norteamericanas en las costas de Argelia y Marruecos, que permitiría en pocos meses la celebración de la conferencia de Casablanca donde se ideó la primera fase de la invasión de Europa por los aliados en Sicilia en 1943 y donde se tomó la importantísima decisión sobre la rendición incondicional. La guerra estaba dando un giro radical a su curso, los alemanes empezaban a perderla tras su inicio triunfal. Sin embargo, aunque resulte paradójico, los aliados todavía no la estaban ganando. En el frente asiático los ingleses se retiraban de Birmania, mientras Wingate preparaba su mítica brigada de “Chindits” que a la postre también fracasaría; la Batalla de Inglaterra quedaba atrás, y aunque Rommel y su Afrika Korps habían sido vencidos en el desierto de El Alamein, los submarinos alemanes seguían causando estragos en el Atlántico hundiendo a cientos los convoys aliados, y cuando todavía la máquina Enigma de cuatro rotores de cifrado de mensajes alemán no se había descodificado, (se lograría por los científicos británicos de Bletchey Park al mando del ISOS de Oliver Strachey el mismo diciembre del 42); por su parte los norte-americanos habían logrado frenar el ansia de conquista japonesa en la Batalla de Midway en el mes de junio y dado el primer paso para la conquista islote por por islote hasta Tokio con la victoria de Guadalcanal, pero la guerra se vislumbraba larga y sangrienta, y el número de bajas causaba pavor en la opinión pública norteamericana. Los alemanes necesitaban un respiro, la guerra en dos frentes no era viable; con los aliados ya no sólo resistiendo sino en plena contra-ofensiva y con un vuelco en el frente ruso, el Estado Mayor alemán era consciente no sólo que había que cambiar la estrategia sino que, además, había que abrir la posibilidad al armisticio, pero ¿con quién?, los soviéticos o los aliados. Por extraño que parezca ambas opciones se barajaron y por separado. Dentro de régimen alemán había dos sectores larvadamente enfrentados (luego sería patente con el atentando liderado por Von Stauffenberg en julio de 1944 cuando ya era muy tarde), por un lado, los representantes de la casta aristocrática del viejo ejército prusiano con el almirante Canaris, de los servicios de espionaje de la Abwehr a la cabeza, y, por otro, los jerarcas del partido nazi, representados en este episodio por Joachim Von Ribbentrop, ministro de asuntos exteriores de Hitler. El misterio de la personalidad de Canaris está aún sin resolver, lo que parece incuestionable es que durante toda la guerra como jefe de los espías alemanes hasta su detención entabló un doble juego de manipulación, espiaba para Alemania pero en contra de los nazis, a los que quería derribar del poder para evitar la destrucción de Alemania. El como consiguió mantenerse compartiendo el poder con ellos y dirigiendo nada menos que sus servicios de espionaje sin ser destituido es un enigma, pero la Historia nos demuestra que quien conoce los secretos ocultos de los poderosos resultan casi siempre intocables, (el ejemplo de Hoover en EEUU, o antes de Fouché en Francia, son sintomáticos, aunque Canaris no tuvo tanta suerte y murió ahorcado por orden de Hitler en abril de 1945, cuando faltaba un mes para el fin de la guerra en Europa). Esta singular historia empieza en la primavera de 1942 cuando Canaris descubre que Von Ribbentrop (ministro de asuntos exteriores alemán) ha enviado un emisario y amigo personal, Peter Kleist, a Estocolmo, con la misión de entablar relaciones con la embajada soviética en Suecia e iniciar conversaciones de paz. El almirante asume el juego, del que no ha sido previamente informado, y comienza su propia partida de ajedrez, envía a su vez otro agente Edgar Klaus en mayo de 1942 a Estocolmo, bajo supervisión de un oficial de su especial confianza Werner Boening, (el que Klaus fuera judío a Canaris, que no era nazi, no le daba mayor importancia). De hecho, Klaus, curiosamente tenía relación con madame Alexandra Kolontaj, que aunque aristócrata había sido amiga personal de Lenin, se había unido a la Revolución y ahora era embajadora de la URSS en Suecia. El plan estaba servido, y el mensaje claro y rotundo; oferta de paz inmediata con los soviéticos, con una única condición que se respetaran las fronteras entre ambos países de 1939, del viejo pacto RIbbentrop-Molotov, la Francia conquistada por supuesto quedaba bajo la órbita alemana. Canaris cumplía así su primer objetivo de su doble juego, co-dirigir el plan de armisticio con Ribbentrop con la Unión Soviética, lo que le dejaba las manos libres para su siguiente partida sin levantar suspicacias y sospechas de sus propios correligionarios. Canaris odiaba el comunismo y jamás aceptaría, como no lo haría en ningún caso la aristocracia militar prusiana, una nueva alianza con los soviéticos, por tanto había que dinamitar este plan. El jefe de la Abwehr ideó un segundo proyecto; contactar con los británicos e informarles del riesgo de un nuevo acuerdo ruso-alemán, que abriría nuevas expectativas a la guerra en el Oeste para los alemanes (lo que no sabía es que los ingleses ya conocían a través de su programa Enigma estas conversaciones). El escenario para este plan sería el único lugar de Europa donde ingleses y alemanes podía verse, tratarse, conversar e incluso divertirse sin dispararse mutuamente, España, y en concreto una antigua plaza estratégica donde ahora se dilucidaba el destino de la guerra, Gibraltar y la bahía de Algeciras. Aquí, pocos días más tarde el 31 de diciembre de 1942 el Almirante Canaris, ufano y sonriente, con sus agentes de confianza pasaría la Nocheviaje celebrando lo que creyó ser el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y puede que el almirante alemán no estuviera solo. Unos días antes el coronel Stewart Menzies, jefe del Servicio Secreto de Inteligencia británico (M16), había concedido a su sorprendido secretario personal Patrick Really unos días de vacaciones (los primeros en tres años). Al parecer no quería que se supiera que abandonaba Londres, ni por qué motivo. Churchill, había conversado con Menzies minutos antes, aprovechando la ausencia de el ministro de exteriores Anthony Eden (curiosamente en Moscú). Churchill a su vez pasaría la Navidad en Estados Unidos. ¿Con quién estuvo Menzies?. Lo cierto es que nadie supo donde estuvo “C” (como se le denominaba al jefe de M16) durante esos días; algunos entre otros un agente del servicio de espías Frederick Winterbotham lo sitúan primero en Gibraltar y luego en Argel, donde relata que cenó con él, ( aunque la historia oficial del M16 escrita por Keith Jeffery, que asocia el episodio con la huida del coronel francés Giraud y la muerte del almirante Darlan, no le otorgue crédito alguno a este testimonio). La pregunta en todo caso no puede evitarse, ¿que podían hacer los dos jefes de espionaje alemán y británico, con agentes directos enviados por ellos, en las Navidades de 1942, en Gibraltar y en Algeciras, apenas a varios cientos de metros de distancia, en un país neutral, cuando se estaba dilucidando la continuación o el fin de la guerra en todas las legaciones diplomáticas del mundo y a miles de kilómetros de sus respectivos paises?.
Ldo. F. J. A. Guzmán